Días atrás ocurrió un hecho inusual en México. Con motivo del cese de Santiago Levy del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) un bellaco del sindicato de ese instituto se refirió a SL como cerdo judío y otros expletivos antisemitas. La pachorruda opinión publicada mexicana le dio poca importancia al suceso con algunas excepciones: Enrique Krauze y León Bendesky, ambos judíos, escribieron sendos artículos de protesta. Luis de la Calle y Juan E. Pardinas también criticaron el incidente. Hasta ahí entre los legibles.
Mi sorpresa fue enterarme que Santiago Levy es judío. Por supuesto, Levy es apellido judío, mas Santiago es nombre católico. Como he conocido gentiles que llevan apellidos comunes entre judíos como: Cohen, Stein, Strauss, Stern, creía que Santiago Levy pertenecía a esta variedad. Si SL se llamara Jaime o Jacobo, los equivalentes hebreos de Santiago, lo hubiera identificado como judío, mas el Santiago me confundía. En fin, aclarado que SL sí es judío
También, el incidente me obligó a reflexionar sobre el estado del antisemitismo mexicano. El primer problema surge del mínimo de judíos en México. Según distintas fuentes el número excede apenas los cuarenta mil, algo así como uno entre cada doscientos cincuenta mexicanos son judíos; nada. De éstos, la mayoría vive en la ciudad de México entre La Condesa, Polanco y Tecamachalco. Estas son las únicas zonas donde se pueden ver judíos y el color local tiene cierto tinte hebreo: carnicerías Kosher, pastelerías, contados restaurantes, poquísimas sinagogas, un rabino aquí y un hasídico allá.
En todo caso, el penoso incidente de Santiago Levy sirve para reflexionar. Para medir lo sutil que es el umbral entre comprensión y sectarismo. Como señalo antes, dos de tres partidos políticos principales tienen candidatos con agendas cargadas de revanchismos. El antisemitismo puede ser desfogue inesperado y novedoso en el arsenal de maldad de cada uno, pero hay otras intolerancias en espera de manifestarse.
Mi sorpresa fue enterarme que Santiago Levy es judío. Por supuesto, Levy es apellido judío, mas Santiago es nombre católico. Como he conocido gentiles que llevan apellidos comunes entre judíos como: Cohen, Stein, Strauss, Stern, creía que Santiago Levy pertenecía a esta variedad. Si SL se llamara Jaime o Jacobo, los equivalentes hebreos de Santiago, lo hubiera identificado como judío, mas el Santiago me confundía. En fin, aclarado que SL sí es judío
También, el incidente me obligó a reflexionar sobre el estado del antisemitismo mexicano. El primer problema surge del mínimo de judíos en México. Según distintas fuentes el número excede apenas los cuarenta mil, algo así como uno entre cada doscientos cincuenta mexicanos son judíos; nada. De éstos, la mayoría vive en la ciudad de México entre La Condesa, Polanco y Tecamachalco. Estas son las únicas zonas donde se pueden ver judíos y el color local tiene cierto tinte hebreo: carnicerías Kosher, pastelerías, contados restaurantes, poquísimas sinagogas, un rabino aquí y un hasídico allá.
En todo caso, el penoso incidente de Santiago Levy sirve para reflexionar. Para medir lo sutil que es el umbral entre comprensión y sectarismo. Como señalo antes, dos de tres partidos políticos principales tienen candidatos con agendas cargadas de revanchismos. El antisemitismo puede ser desfogue inesperado y novedoso en el arsenal de maldad de cada uno, pero hay otras intolerancias en espera de manifestarse.
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